La oración puede ser un desafío, especialmente cuando se trata de la oración extemporánea, que requiere expresar nuestros pensamientos, necesidades y deseos ante Dios de manera espontánea. Cuando me di cuenta de que la mejor manera de enseñar a mi hijo a orar era orando con él, decidí utilizar un formato simple: “¿Por qué quieres agradecerle a Dios hoy?”. Las respuestas a menudo eran tan divertidas como profundas. “Dumptwuck”, me decía. “Y da luna y las estrellas”. Luego, le preguntaba a quién deberíamos pedirle a Dios que bendijera, y su respuesta solía ser una larga lista de amigos de la guardería, maestros, familiares y, por supuesto, de mamá y papá.
La Oración como Parte de la Rutina Familiar
Estas oraciones funcionaban bien para la hora de dormir, pero durante la cena, la habitual oración “Dios es grande. Dios es bueno. Démosle gracias por nuestra comida” se sentía un poco vacía. Introducir la idea de que pudiéramos decir “ella” en lugar de “él” abrió un nuevo debate.
Para continuar en este camino de oración, optamos por el Oficio diario, también conocido como la Liturgia de las Horas, después de que una amiga creara un librito de oración que incluía salmos, lecturas bíblicas y oraciones para cada día. Este formato corto, pensado para la devoción individual y familiar, facilitaba que no tuviéramos que buscar las lecturas y oraciones adecuadas para cada día.
Mi familia decidió probarlo una noche durante la cena. Y cuando digo durante la cena, lo digo en serio: no antes, con velas encendidas, sino verdaderamente durante—con sándwiches de queso a la parrilla prácticamente en la boca mientras orábamos. Entre sorbos de vino (que combina notablemente bien con el humilde queso a la parrilla), mi esposo y yo nos turnábamos entre la lectura de las escrituras y el salmo. Repetimos juntos el Padre Nuestro y terminamos con la oración final.
Un Asombroso Progreso Espiritual
Pensé que esta rutina eventualmente generaría preguntas de mi hijo y algunas buenas discusiones mientras comenzaba a comprender las palabras de las escrituras. No esperaba que, a solo dos años, comenzara a recitar el Padre Nuestro de memoria. Luego empezó a extender sus brazos y a girar las palmas hacia arriba en la postura de oración orans. Si no sacábamos el librito de oraciones, él iba y lo buscaba en el cajón de la cocina, exigiendo que lo usáramos.
Cuando prometimos criar y formar a nuestro hijo en la vida de Cristo durante su bautismo, no teníamos idea de que él también nos lideraría y formaría a nosotros.
La Presencia de Dios en la Oración Familiar
Jesús dijo a sus discípulos que siempre que se reunieran en su nombre, Él también estaría presente. La mayoría de nosotros conocemos bien este pasaje, pero ¿cuántas veces oramos con otros fuera de la Misa? La experiencia de orar en casa con mi familia me ha transformado, y me atrevería a decir que a mi esposo y a mi hijo también. Aún luchamos con algunas oraciones extemporáneas, pero la mayoría de las veces recurrimos a la Liturgia de las Horas. Las palabras de estas oraciones son articuladas y bellas, y su forma es antigua. Personalmente, estas oraciones dan sonido y estructura a los anhelos de mi alma. Esta forma de oración simplemente resuena conmigo.
Las ocho horas siguen la Liturgia de las Horas benedictina, un patrón que permite ocho oportunidades para descansar y orar durante el día. Cada hora tiene un nombre que data de la historia monástica cristiana temprana. Las familias interesadas en probar esta forma de oración no deben sentirse obligadas a ceñirse a la hora designada para un momento particular del día; esas horas son simplemente puntos de partida.
Sugerencias para Orar en Familia
Aquí hay algunas sugerencias sobre cómo su familia podría rezar el Oficio diario:
- Rezar laudes (oración de la mañana) durante el desayuno, antes de que la familia se disperse y vaya por caminos separados. Las laudes son particularmente cortas y dulces, lo que las convierte en una buena opción cuando el tiempo es limitado.
- Terminar el día con la oración de la tarde antes de que todos se vayan a la cama. Esto constituye un excelente cierre a un día que comenzó con laudes. Estas horas nos recuerdan cómo cada día de vida es un regalo sagrado.
- Cuando el tiempo lo permita, dedicar unos minutos a la meditación silenciosa. Hacer una pausa por un momento o dos para permitir que pensamientos e ideas surjan a la conciencia, luego invitar a los miembros de la familia a compartir lo que hay en sus corazones.
- Utilizar la forma que más les guste (o mezclar y combinar) cada día para enseñar una oración particular (como el Padre Nuestro) a los niños. Cuando formulen preguntas difíciles, reflexionen sobre ellas y respondan con honestidad. “No lo sé” es una respuesta aceptable. Personalmente, creo que es valioso permitir que los niños vean que los adultos no tienen todas las respuestas. El misterio está en el corazón de nuestra fe. No saber no es lo mismo que no querer saber. Más bien, podemos ser movidos a la admiración y el asombro ante el increíble amor y el poder creativo de Dios.
- Practicar dejando que los niños mayores lideren las oraciones cuando estén reunidos. Permítanles elegir el oficio, sin importar la hora del día. Que pidan a cada miembro de la familia que responda a las preguntas de meditación.
- Cuando no puedan dormir o se encuentren despiertos a una hora absurdamente tarde o temprana, recen el oficio de vigilia y disfruten de la quietud de este tiempo del día.
Momentos Sagrados en la Vida Cotidiana
Lo más importante que debemos recordar es que no debemos obsesionarnos con lo que deberíamos hacer. En su lugar, como me dijo una sabia directora espiritual, consideremos lo que podríamos hacer. No se preocupen si no pueden orar todos los días. O si el único momento que funciona para orar es en el auto mientras llevan a los niños de la escuela a la práctica de fútbol. Todos estos son momentos sagrados cuando invitamos la presencia del Espíritu Santo. Regocíjense en ellos.
La oración familiar no solo fortalece la conexión espiritual entre sus miembros, sino que también les brinda una oportunidad de compartir su fe de una manera accesible y práctica. A medida que se sumergen en esta experiencia juntos, cada miembro de la familia puede crecer en su comprensión de la fe y su relación con Dios.
La Evolución de la Oración Familiar
Con el tiempo, la dinámica de la oración familiar puede evolucionar. Lo que comenzó como un ejercicio simple y divertido puede transformarse en una práctica profundamente significativa. Los niños, al ver el compromiso y la pasión de sus padres, pueden desarrollar una comprensión más profunda de la oración y de su importancia en la vida cristiana.
Además, a medida que los niños crecen, pueden asumir más responsabilidades en la oración familiar, liderando las oraciones o eligiendo las lecturas. Este sentido de pertenencia y participación en la vida de fe puede crear un ambiente en el que todos se sientan valorados y escuchados.
Conclusión
La oración en familia es un viaje que no solo nutre la vida espiritual de cada miembro, sino que también fomenta el amor, el respeto y la comprensión mutua. A medida que comparten estos momentos sagrados, no solo están formando un vínculo más fuerte entre ellos, sino también construyendo una base sólida para la fe de la próxima generación.
Invitar a Dios a la vida diaria, incluso en los momentos más simples, es una manera hermosa de vivir su fe y compartirla con aquellos que más amas. Cada oración, cada reflexión, cada momento de silencio es una oportunidad para acercarse más a Dios y entre sí, creando recuerdos que durarán toda la vida.